El síndrome de piernas inquietas (SPI) no se ha descubierto
recientemente. Ya en el siglo XVII, más exactamente en el año 1672, un médico
llamado Thomas Willis, ya lo describía en su libro: “Algunas personas,cuando
están cayendo en el sueño, notan en los brazos y en las piernas como sacudidas
y contracciones de los tendones y , así sienten una gran intranquilidad y
desasosiego de sus miembros y ya no pueden volver a dormirse, como si se les
estuviese sometiendo a una gran tortura”.
Ya en el año 1861 Whitmaack la llamó “ansiedad de la tibia”.
Este autor estaba profundamente equivocado ya que la asoció a “personas
histéricas”.
No fue hasta la segunda década del siglo XX, cuando
Oppenheim en 1923 definió a la enfermedad como una alteración neurológica y fue
el primero que reconoció el componente genético y hereditario de la enfermedad.
Ya en 1945 un neurólogo americano, Ekbom, describió todo el
espectro clínico del síndrome y fue el primero que la clasificó en dos formas.
Una forma en la que predomina una sensación anormal y espontánea (sin que haya
ningún contacto) en las piernas, que se llama parestesia y la denominó “astenia crorum
parestésica”. En una segunda forma el paciente siente verdadero dolor y que la llamó “astenia crorum
dolorosa”.
En los últmos años se ha demostrado que tienen un papel muy
importante en esta enfermedad el metabolismo alterado del hierro en unas
determinadas áreas del cerebro. Estas áreas del cerebro serían los gánglios
basales (que son un grupo de neuronas localizados dentro del cerebro y que
juegan un papel importante en el control del movimiento). Uno de estos gánglios
basales es la sustancia negra cuya alteración va a producir la enfermedad de
Parkinson. Así se ha observado que el síndrome de piernas inquietas es mucho
más frecuente en pacientes con enfermedad de Parkinson. Además fármacos
utilizados para tratar a estos enfermos también van a mejorar los síntomas del
síndrome de piernas inquietas
Thomas Willis |
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