martes, 23 de junio de 2015

CALIDAD DE VIDA EN EL SÍNDROME DE PIERNAS INQUIETAS

Para cualquier persona que sufra una enfermedad, la meta fundamental es la curación de su patología. En muchas ocasiones esto no es posible en el momento actual, pero sí que podemos ofrecer tratamientos que mejoren la calidad de vida, que a la postre, es el motivo final de todo tratamiento médico.
En el SPI no se puede ofrecer curación, pero con los tratamientos actuales sí que se puede obtener una calidad de vida, casi similar a como si no sufriésemos de dicha enfermedad.
En todos los estudios que evalúan la calidad de vida de los pacientes con SPI, destacan que más del 60% son mujeres, que para el examen de la calidad de vida, la duración media de los síntomas fue de 14 años y que cerca del 70% sufrían los síntomas del SPI diariamente. Estos estudios han demostrado que los pacientes con más severidad en su SPI  tienen una menor actividad física debido a los síntomas, se sienten menos vitales y tienen una percepción de que su salud física y mental y su vitalidad son mucho peores que la gente normal de su entorno.
Cuando a estos sufridores de SPI se les compara su calidad de vida con los que sufren hipertensión arterial, cardiopatía isquémica y diabetes mellitus (enfermedades que pueden traer consecuencias fatales si no se trata); las puntuaciones obtenidas en los tests de calidad de vida son más bajos en los que padecen SPI. Incluso son más bajas en estos últimos que en los que sufren de osteoartrosis (a pesar del dolor que produce).
Incluso a los pacientes adolescentes con SPI, se les va a producir una disminución de la calidad de vida, sobre todo en lo relativo al descanso nocturno y problemas para conciliar el sueño que a su ver repercute en su estado psicológico y en su funcionamiento social, con sensación de cansancio a lo largo del día. Esto va a producir una falta de concentración y disminución del rendimiento escolar en el 50% de estos pacientes adolescentes con SPI. Un importante número estaba diagnosticado de trastorno por déficit de atención. Más aún, casi la mitad de los pacientes diagnosticados de trastorno por déficit de atención van a sufrir también de SPI.
Además,  se ha comprobado que en estos niños el SPI va a producir una trastorno en el aprendizaje independientemente de su trastorno por déficit de atención.
Cuando aparece el SPI en la adolescencia también se va a producir con mayor frecuencia, en estos jóvenes, trastornos psiquiátricos como ansiedad y trastornos de conducta (un 10%) y de depresión hasta en un tercio de los casos.

EL SPI va a producir un claro deterioro en la calidad de vida de los pacientes y en la población adolescente si no se controla de manera adecuada, les puede llevar a una deterioro en el aprendizaje y de sus relacione sociales. Por lo tanto, hay que tratar toda población con SPI que le altere de manera significativa su calidad de vida. 

miércoles, 3 de junio de 2015

COSTE SOCIAL Y ECONÓMICO DEL SÍNDROME DE PIERNAS INQUIETAS


Se ha demostrado que el SPI altera de manera significativa la calidad de vida de la persona que lo padece. Además siempre el coste más alto de una enfermedad se produce cuando esta no se diagnostica y por tanto se emplean tratamientos inefectivos o no se trata, con el perjuicio familiar, social y laboral que se produce al paciente.
Una vez dicho esto, el coste económico del SPI para la sociedad y para el paciente, siempre es menor cuando está bien diagnosticado y tratado, que cuando no lo está.
Los estudios realizados en los últimos años han puesto de manifiesto un aumento del coste económico del SPI, relacionado a que se diagnostica más y se trata más. Sin embargo, estos estudios solo inciden en el coste económico de los tratamientos y no evalúan la mejora de la calidad de vida. Es decir, no tienen en cuenta el ahorro del llamado coste indirecto. Un paciente bien tratado duerme mejor, rinde mejor en el trabajo y pierde menos horas laborables en ir al médico. Además mejora su relaciones interpersonales con su familia y amigos.
Se ha calculado que los costes directos (fármacos, vistas al médico) de un paciente con SPI es de alrrededor de 678 € por año. El coste indirecto (pérdidas de día de trabajo, bajo rendimiento laboral)  es de cerca de 1379 € por año. Es obvio que cuanto más intensos son los síntomas más coste directo e indirecto. Es curioso que en este estudio salieron tuvieron más coste indirecto los hombres que las mujeres.  También hay un mayor coste indirecto, cuanto más alterado esté el sueño y más deprimido se sienta el paciente. 
Un estudio cuantificó cuantas horas trabaja un paciente con SPI en relación a otro trabajador sin SPI en el mismo puesto de trabajo. En los casos moderados a severos, las horas trabajadas por semana en el paciente de SPI era de 30,4 h. por semana, en comparación a las 37-40 horas en el sano. Además se perdían 30 minutos por semana en absentismo laboral y la pérdida de productividad se calculó en casi el 20% (5,6 horas cada semana de 40 horas). Además, el paciente con SPI hacía al menos una visita al médico cada 3 meses.
Aunque son estimaciones aproximadas, el coste del SPI se acercaría a los 10.000 € por año, de ellos,  más de dos tercios son debidos a los llamados costes indirectos, que se podrían disminuir si se mejorasen los síntomas de dicho síndrome con un adecuando tratamiento. Esto es más evidente en los casos más graves con mal descanso nocturno.

Por lo que se ve se ahorra más tratando bien que no tratando. El gasto en un tratamiento, compensa el coste socio-económico de la enfermedad.
La mayor concienciación entre los médicos y el adecuado manejo de los profesionales de la salud del SPI, reducirá el impacto que esta enfermedad tiene en la calidad de vida de los pacientes y en el gasto sanitario.